
En las canchas de Pichilemu, entre redes de voleibol y el sonido de silbatos, Raquel Gómez, presidenta del Club Deportivo Voleibol Pichilemu, demuestra que la autogestión y la comunidad son claves para sostener un club en regiones. “Postulamos a subvenciones, organizamos rifas y buscamos apoyo de emprendedores locales. Todo esto para generar un sentido de pertenencia: somos una familia deportiva”, explica.
Gracias a esta estrategia, el club no solo ha logrado mantenerse, sino también consolidarse, participando en competencias regionales, nacionales e internacionales.

Pero los desafíos persisten. “En Pichilemu, los recintos deportivos son insuficientes. Luchamos por una cancha propia para que nuestras categorías entrenen como necesitan”, agrega Raquel. El factor regional agrega complejidad: “En regiones, el acceso a recursos es limitado. Pero aquí seguimos, sacando jóvenes de las calles y dándoles una alternativa para desarrollarse”.
A unos 230 kilómetros de allí, en Viña del Mar, Daniela Gallardo dirige el Club Cementista Futsal, un espacio donde el fútbol dejó de ser un “deporte de hombres”. “Trabajamos todos los días para equilibrar la balanza. Desde su constitución, el club fue pensado para mujeres, pero hoy incluso tenemos un equipo masculino que se sumó al proyecto. Gracias al trabajo de las jugadoras y del directorio, los jugadores se sienten representados y en igualdad de condiciones”, cuenta.

Sin embargo, Daniela enfrenta resistencia institucional: “A nivel externo, no contamos con las mismas gestiones desde los organismos que realizan torneos. Algunos ven a líderes mujeres como competencia, no como aliadas”. Para combatir esta brecha, el club ha implementado iniciativas clave: “Realizamos actividades comunitarias, de equidad y deportivas para que mujeres de todas las edades practiquen fútbol de salón en un espacio seguro. Esto no solo ocurre dentro del club, sino que también abrimos las puertas a otras instituciones”.
Actualmente, planean expandir su alcance: “Queremos abarcar desde edades más pequeñas, en formación, hasta categorías senior. Así abrimos la brecha del deporte con inclusión”.
Estos esfuerzos son vitales en un contexto donde, según el estudio “Igualdad de género en el deporte” (GfK Adimark, 2018), solo el 74% de las niñas en Chile practica deportes, frente a un 93% de los niños. Además, la Encuesta Nacional de Clubes de Barrio revela que, aunque las mujeres tienen una participación significativa en los cargos directivos, la predominancia masculina sigue siendo marcada: en el 66% de los clubes, los cargos son ocupados mayoritariamente o exclusivamente por hombres, mientras que solo el 38% reporta una mayoría o exclusividad femenina en sus directivas.
En medio de estos desafíos, el programa SOMOS Equidad, impulsado por la Fundación Clubes con apoyo de la Fundación Selección Colombia, busca transformar el deporte desde la base. Esperanza Hernández, encargada del proyecto, explica: “Ponemos a las mujeres primero. Hablamos de menstruación con niños y niñas, creamos espacios seguros y capacitamos a entrenadores. La clave es igualar la cancha”.
El programa, centrado en inclusión, diversidad y cohesión, ha impactado a varios clubes, modificando metodologías de entrenamiento y promoviendo una cultura deportiva más justa. “No se trata solo de deporte, sino de herramientas para la vida”, añade Esperanza.

Loreto Fuenzalida, encargada de Equidad de Género en el Ministerio del Deporte, reconoce avances pero enfatiza los pendientes: “En 2024 capacitamos a 30 dirigentas en liderazgo. Sin embargo, existe una deuda histórica: las mujeres hemos estado relegadas a labores de cuidado, no a la toma de decisiones. Debemos articular una oferta intersectorial para la autonomía política y social de las mujeres en el deporte”.
Loreto también destaca la importancia de que los clubes abran espacios para las dirigencias femeninas: “Las mujeres somos fundamentales en la toma de decisiones. Sin nosotras, no hay deporte. Se trata de educarnos constantemente, evaluar nuestro comportamiento y mirar el club que estamos construyendo”.
Aunque las dirigentas han demostrado que las soluciones existen, los obstáculos siguen en pie: infraestructura inclusiva, financiamiento específico y redes colaborativas. Este 8M, el mensaje es claro: el deporte barrial necesita más mujeres liderando, gestionando y jugando. Las estrategias están sobre la mesa: autogestión, equidad y formación en género. Ahora, el desafío es replicarlas.