Joaquín Espejo, colaborador Fundación Clubes
A 47 años del golpe militar que sofocó la democracia y a casi un mes del plebiscito que esperamos signifique un nuevo aire para nuestro país, desde el mundo del deporte es fundamental relevar el rol que cumplen los clubes en nuestra sociedad, y lo significativo que son para evitar quiebres tan dolorosos como el que sufrió Chile en 1973, pero sobre todo para imaginar -y vivir realmente- espacios democráticos donde la comunidad pueda encontrarse a fomentar los valores de pertenencia, equidad, esfuerzo, sana competencia, amor y realización a través del colectivo.
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El doctor Jorge Bragulat nos decía en una capacitación (disponible en las RRSS de la Fundación Clubes) que los clubes son espacios de incidencia económica y social, que debe mirar hacia la igualdad de las personas y de una comunidad desde la práctica del deporte. Significa que los clubes son uno de los motores importantes en nuestra sociedad, uno de los motores cuya detención implica literalmente el estancamiento social. Entendiendo este estancamiento como el momento en que dejamos de encontrarnos, dejamos de compartir, dejamos de interesarnos en la formación de niños y niñas, dejamos de organizarnos y de crear comunidad. La desvalorización de los clubes conlleva la desvalorización de lo social y lo comunitario, eso no lo podemos permitir.
La ley del deporte en Chile tiene la característica de ser uno de los pocos cuerpos legales que expresamente, en su artículo tercero, hablan del rol subsidiario que cumple el Estado. Y no es antojadizo. Todos y todas quienes trabajan activamente en este tipo de organizaciones conocen de cerca las dificultades que vienen asociadas, saben que en Chile el deporte y el ocio no son derechos asegurados para las personas. Y sin embargo, es un trabajo que se sigue haciendo, y que miles de dirigentes deportivos no están dispuestos a abandonar porque, aún remando contra la marea o jugando con 5 jugadores menos desde el minuto 1, saben que eso implicaría la pana social y el fin de un sueño para cientos de personas que encuentran cobijo en la sede del club. La vieja sede de antaño y también aquellas que se van fundando día día, donde se pueden hacer las tareas escolares, donde se pueden encontrar los amigos y amigas, donde se organiza la rifa para la familia en problemas y el bingo solidario para pagar la operación, donde se calienta el clásico del domingo y donde se aprende a aceptar con entereza las derrotas y humildad las victorias.
Lo anterior demuestra que la posibilidad de acceder al deporte como derecho ciudadano se construye en los barrios, en los clubes y sus sedes, desde sus colores y con toda la diversidad humana que los componen. En otra oportunidad se podrá hablar en términos más jurídicos y técnicos, hoy es momento de recordar a todos y todas quienes han entregado su vida por el deporte comunitario para decir firmemente que seguiremos el camino que ya han trazado.
Los clubes deportivos de Chile merecen recursos, merecen capacitación, merecen acompañamiento, merecen dar a conocerse, merecen infraestructura, merecen legislación específica y ante todo merecen ser relevados al verdadero lugar que ocupan en nuestra sociedad puesto que son un motor esencial, Deportivo, Económico, Social y Cultural, de la comunidad.
La vieja sede de antaño y también aquellas que se van fundando día día, donde se pueden hacer las tareas escolares, donde se pueden encontrar los amigos y amigas, donde se organiza la rifa para la familia en problemas y el bingo solidario para pagar la operación, donde se calienta el clásico del domingo y donde se aprende a aceptar con entereza las derrotas y humildad las victorias. Joaquín Espejo, colaborador Fundación Clubes