Joaquín Espejo colaborador Fundación Clubes
Comenzó el mes de octubre, y con él, la esperanza de miles que esperamos el 25 para votar Apruebo y Convención Constitucional. Vivimos en este proceso con los recuerdos que nos dejan casi 50 años en que el deporte de barrio, comunitario, popular, ha quedado marginado al final de la tabla de descenso en el campeonato de las políticas públicas.
Es cierto que en Chile, desde comienzos de los 2000, se han desarrollado importantes iniciativas legislativas en materia deportiva, pero es cierto también que ninguna de estas contempla en su centro a los clubes deportivos de barrio, a aquellas organizaciones territoriales que por esencia actúan como motor de las distintas comunidades que conforman nuestro país. En el Chile de hoy, los clubes deportivos de barrio apenas cuentan con infraestructura y tampoco existen iniciativas políticas generales que los coloquen en el centro de la discusión, que promuevan el desarrollo de alianzas estratégicas entre los clubes y otras instituciones, como por ejemplo los establecimientos educacionales, que permitan compartir el aporte formador que se puede entregar desde el deporte, con los recursos materiales - canchas, implementos u otros - que se pueden facilitar desde la otra parte. Mucho menos existen políticas públicas destinadas a la construcción de infraestructura - más allá de gimnasios municipales (con precios inalcanzables, como decía el historiador Manuel Sanhueza en el primer conversatorio de #AprueboelDeporte, disponible en las RRSS de Fundación Clubes), o de algunas multicanchas de cemento.
Se requiere con urgencia el desarrollo de planes estratégicos que no solo abran fondos concursables a las comunidades, sino más programas de capacitación en gestión, que permitan el verdadero uso y goce de espacios destinados a la práctica deportiva.
Lo anterior no es más que un diagnóstico de la realidad a la que se enfrentan los Clubes de Barrio en Chile, y lo interesante es que a pesar de tener la balanza en contra, estos siguen funcionando. Y lo siguen haciendo porque cada Club que desaparece, es un motor que deja de rugir, y es otra comunidad que queda en lo que hemos denominado, la pana social, sin sede para el bingo o la rifa, sin partido del fin de semana, sin el asado del sábado por la tarde, sin la tía/o el tío de las camisetas, sin la alegría que nos regalan los colores de un club. Es por eso que sigue vivo. Aún estando relegado a la última categoría, el deporte comunitario sigue vigente.
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Hoy, a 21 días del plebiscito, es importante colocar a los clubes de barrio en el centro de la palestra pública, es importante utilizar el concepto clubes de barrio una y otra vez. Clubes de barrio como lugar de encuentro, de cariño, de identidad y de amor. Clubes de Barrio como institución para ejercer el derecho a la asociatividad. Clubes de Barrio para ejercer el derecho a la educación. Clubes de Barrio para formarnos en el valor de la sana competencia. Clubes de barrio para ejercer el derecho a la integración, como comentaba la socióloga Daniela Miranda en el mismo conversatorio de #AprueboElDeporte.
Clubes de Barrio como elementos de la esencia del derecho al acceso al deporte en su comprensión integral (Inclusión, Educación, Equidad de Género, Actividad Física, Organización, Infraestructura, Asociatividad, Salud e integridad física y psíquica, Ocio, Participación Ciudadana, entre tantos elementos que lo componen). Clubes de Barrio en el centro de la discusión constituyente, para tener un nuevo Chile con un motor sólido desde la base de las comunidades y territorios que lo componen.