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La cuota social, un nuevo camino financiero y solidario para los clubes


¿Por qué hacer una distinción en "Cuota Social y Cobrar por jugar"? En nuestro país hemos venido construyendo relaciones transaccionales y de carácter individual, donde el sentido colectivo no aparece a primera vista. No obstante hay un espacio donde esto puede cambiar diametralmente: en un club social y deportivo.


Pero primero, ¿qué es una cuota social?


Es un modelo de recaudación de un club, que se cobra mensualmente, más allá de la participación (o no) en la práctica deportiva de la persona asociada. Y que involucra al asociado/a con la institución, bajo un método solidario de cooperación para el cumplimiento de un objetivo común otorgado por el club.


La cuota social NO es un precio por la contraprestación de algo (mensualidad por jugar), sino que es un aporte para cubrir el presupuesto para hacer posible el funcionamiento del club (Bragulat, 2019).

La forma de sostener proyectos institucionales en el largo plazo es a través del compromiso de las personas que se organizan alrededor del club. Por eso, si quienes se organizan lo hacen en función de darle proyección y largo plazo al club, el formato de compromiso que se adquiera cobra relevancia.


En Chile, por lo general, los clubes cobran mensualidades para que el hijo/a de un vecino o vecina pueda integrarse a las clases o talleres y juegue una cierta cantidad de veces a la semana por una equis cantidad de horas. Es un gran esfuerzo para los clubes esa coordinación.


Lo cierto es que se le podría sacar aún más ventajas para el club si es que aprovechamos esa instancia de confianza en el pago de recursos, transformando esa relación en una de carácter institucional y que sea de la persona con el club, más que consigo mismo o su familia. Cada persona que viva cerca, puede (y debería) hacerse socia, asociarse al club.


Al mismo tiempo, el club se obliga a sí mismo a dar cuenta de sus finanzas con sus personas asociadas y esto le dará transparencia y confianza a la relación de vecinos/as con su institución deportiva.


Esto permitirá en el tiempo fortalecer el sentido de pertenencia. "Confío donde estoy", "pertenezco adonde va mi hijo/a a jugar, pero también voy a sentarme a un costado de la cancha para conversar con las y los apoderados, delegados/as, dirigentes/as, jugadores/as, entre otros". Así se hace club, conviviendo e involucrándose, en diálogo.


En definitiva ser socio y comprometerse con una cuota social mensual, hará que "la relación con el club al cual adscribo se sostenga en el tiempo, más allá de si mi hijo/a participa activamente o no. Porque creo y confío en el proyecto de largo plazo, porque al relacionarme con otras personas me siento 'parte de', pertenezco, y porque el deporte es una herramienta genial para una vida saludable y la transmisión de valores colectivos".



Desde el mundo académico se ejemplifica lo siguiente:


En primer lugar las cuotas sociales que han constituido la base fundamental del compromiso regular y permanente del asociado con su institución. Es la demostración de la identificación con el club, la pertenencia y la aceptación de hacer un aporte, casi de tipo solidario, sin que se espere la contraprestación automática de un servicio por el equivalente de lo pagado. Por supuesto que esto ha ido cambiando con el tiempo y cada vez más “la razón” le está ganando espacio “al corazón” o a la pasión, por lo que el aporte de las cuotas se está transformando en algo más especulativo y de análisis de la provisión de los servicios que le brinda el club al asociado en función de una cuota fija.


De todos modos la cuota sigue siendo un aspecto importante, la que fue pensada originariamente para el sostenimiento de los costos fijos que se incrementan más a medida que se agranda la institución. Así es que las cuotas han “dado paso” al abono de los servicios, los que sólo pueden utilizarse por los propios asociados según la actividad que hagan o practiquen.


Las cuotas de los clubes pequeños (¿y por qué no de los medianos también?), deberían tomarse como un valor de referencia promedio, fomentándose que la misma esté fijada según la capacidad de pago del asociado, con variaciones en más o en menos. La base del razonamiento es que, en última instancia, lo que necesita el club es “cubrir un presupuesto anual para hacer posible sus actividades”.


Ahora bien, partiendo de esta base lo que debiera aplicarse NO es dividir ese presupuesto por la cantidad de asociados de manera que surja “la cuota” necesaria. Con esto el espíritu solidario no está en funcionamiento sino que, en el fondo, la cuota está actuando como si fuese UN PRECIO por los servicios que debe prestar el club y no como el derecho del asociado a utilizarlos. Podría decirse que pagar un precio por el servicio o pagar por un derecho es lo mismo; pero, en el fondo, no lo es porque, pensado desde el lugar del derecho de un asociado, la cuota NO es un precio por la contraprestación de algo, sino que la cuota es un aporte para cubrir el presupuesto para hacer posible el funcionamiento del club. Entonces, en este caso, el razonamiento personal del asociado sería el siguiente: “Nuestro club (y no mi club o mi cuota-parte de club como si aportara un capital) debe cubrir todos los costos que están en el presupuesto aprobado. Si “yo” (cada asociado) puedo aportar algo por encima de la media permitiré que otra persona, con menores recursos, con este sistema, también pueda ser asociado y se ganará escala porque habrá un asociado más”.


En la cultura individualista y de especulación es más difícil que se alcance una organización solidaria. Este individualismo ocurre principalmente en instituciones grandes y no es tan así en instituciones pequeñas donde todos se conocen.

En este último caso, el conocimiento mutuo genera confianza mutua ya que se sabe quién puede más y quien puede menos. Con esto se evitaría incluso las donaciones exageradas que hacen algunos asociados para cubrir el déficit de urgencia, cuando ese mayor aporte lo pueden hacer de forma gradual y permanente buscando por otro lado el “complemento o ayuda” de otro asociado que sólo puede hacer un pequeño aporte (pero algo puede) y “así se complementan y completan cuotas”. Esa ley de compensación es la base de una actuación solidaria concreta. Quien puso más dinero también se beneficia porque si no lo hiciere no podría acceder a servicios porque no estarían financiados o sea no existirían. Pero si se logra hacer funcionar ese servicio demandado no será de exclusividad para el que aportó más recursos sino que será para todos porque todos, si son asociados, tendrán los mismos derechos al uso, independientemente del aporte. Y esa es la democracia solidaria de una institución sin fines de lucro.


*** Contenido de la Diplomatura en Economía Social y Clubes, Universidad Tres de Febrero.



 

Si lo pudiéramos resumir, enumeraríamos las siguientes ventajas de la cuota social mensual vs pagar por jugar:


01. Proyección en el tiempo. Contar con asociados/as permite a los clubes conocer y anticipar su estado financiero, y con esto proyectar el crecimiento de la institución y planificar el largo plazo. Esto, además, facilita la integración de la comunidad a un proyecto de largo aliento, generando arraigo y pertenencia.


02. Institucionalizar la relación. El vínculo de apoderados/as y vecinos/as dejará de ser sólo sus hijos/as y la persona que cobra en el club, sino que pasa a ser con la institución en su conjunto. Por lo tanto también hay una mayor red de protección para la familia que se integra y mayores garantías de permanencia en el club.


03. Comunidad de asociados. Un grupo más grande de personas coordinadas y vinculadas con la institución garantiza mayor estabilidad financiera y de proyectos en el tiempo. Las personas asociadas paran a ser un cuerpo propiamente tal en la institución y en el cual se debe confiar y delegar trabajo para el bienestar del club, más allá de un pago mensual.


04. Confianza a toda prueba. El club se obliga a sí mismo a dar cuenta de sus finanzas con sus personas asociadas y esto le dará transparencia y confianza a la relación de vecinos/as con su institución deportiva. Esto posibilita que quienes se asocien opten por mantenerse en el tiempo en la institución.

05. Compromiso con un proyecto. La cuota social promueve adscribir a un proyecto más grande que uno mismo, porque la institución se compone de todas las personas que la integran. Ya no se trata de un usuario/a, sino de un ciudadano/a. Al integrarse (o a mi hijo/a/e), el asociado se hace parte de un proyecto que me supera y por lo tanto, debo construir en diálogo y colectivamente.


06. Nuevas vías de recaudación. Existen herramientas que, siendo mensualizadas y sin cortes, facilitan las vías de recaudación mensual a través de plataformas digitales, evitando el desgaste del cobro personal según meses acordados. (Puedes revisar nuestra nota que trata este tema en profundidad)



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